mayo 08, 2007

Costumbres extrañas por Bernardo Ruiz. COSTUMBRES EXTRAÑAS DE GENTE SIN MUCHAS GANAS DE PRESENTAR digo yo.

JESÚS Vicente García me escribió para avisarme de mi presentación. Un acto de gentileza; sin ánimo de ofender, y él sabrá cómo tomarlo. Tiene cortesías al estilo de la de los gatos: una delikatessen junto al rincón.

En mis planes está asistir. Creo que a la última presentación que fui aquí en México se remonta a principios del milenio, cuando tocó turno a La sangre de su corazón en la feria del libro de Minería. Memorable durante aquella velada fue la ópera en La Ópera, porque estaban los cantantes de Bellas Artes en el bar. Las cervezas estaban heladas e tutti contenti.

Mi corazón me dice: ese es todo el sentido de una presentación, decir hola a amigos y desconocidos; y a lo que los traje: esa labor colectiva en la que los mexicanos destacamos en los índices de escándalo de la Secretaría de Salud por decir (oh, paradoja): ¡Salud!
El preámbulo asociado al punto de reunión es tan fuera de contexto como buscar iglesia para un bautizo: Miren, todos los muralistas del Palacio lo van a bendecir.

Aparte: pone uno a sudar a dos, tres, cuatro o siete celebrantes en un auto cada vez más autoexculpatorio (que uno llama, invita, gestiona, etc., porque los del INBA y los de Literatura SÓLO trabajan para sus actos). ¡WOW! Como quien dice, ya hay una declaración oficial de que, en efecto, hay cultura oficial; el resto es escenario.

En verdad, una presentación ya es en pocas ocasiones memorable por lo que se dice o lee. Quizá se distingan por lo que los asistententes viven, conocen o sienten: experiencias extraliterarias o paraliterarias, no sé...En otro ámbito (anuncios y programas) una inocente manera de causar inquinas, envidias y murmuraciones (esto es: mera vida literaria. La cultura se descubre y se apodera de uno o no en las bibliotecas).Y presiento que en el fondo, los textos de los bienintencionados presentadores, los que nos ahorran leer el libro, son una serie de variantes de la frase:--Qué suerte, el niño no salió bizco ni patizambo; pero cómo diablos se te fue a ocurrir a llamarlo Ediberto si tiene los pelos de la cabeza (sic) como espinas de chayote, y no es nada alabastrino y...Bibamus.

1 comentario:

Antonia Katz dijo...

Dora: ya sabes tú que el azar existe dentro del juego... sin embargo, por esa razón o una tirada acertada al paño verde, encontré tu libro en una librería de Santiago. Fue un gran descubrimiento para mí tu trabajo, ojalá tenga oportunidad de encontrar más textos tuyos y comenzar a degustar la fuerza de tus escritos. Imagino que en el seminario "con rímel" conociste la obra de Malú Urriola, poeta chilena quien particularmente me gusta.

¿Seguimos jugando?

Un abrazo y éxito,

AKatz

(pronto dejaré en mi blog un poema tuyo para que otros también comiencen a disfrutar de tu trabajo)