febrero 13, 2006

¿Por el noveno mandamiento?

Atravesábamos la plaza, caminando bajo árboles de copas como fabricadas por un jardinero. Yo intentaba mirarte poco, sólo lo suficiente, sólo de reojo, no quería que te dieras cuenta cómo tu imagen estaba ya clavada con estacas, de lunes a domingo en mi sentido. Y aunque era domingo, no me tocaba descansar de pensarte, qué maravilla, ahora te tenía enfrente. Pensé en acercarme de alguna manera, más cerca que los pasos paralelos en que atravesábamos la plaza, más cerca que el perfil que obligaba la caminata. Pero dentro del silencio había otro silencio mayor.
Vi cómo el sol arrugaba tus pequeños ojos y las palomas distraían tu paso. Pensé en tomar tu mano y correr, hasta que el aliento nos faltara y estuviéramos lejos, solos.
Imaginé una vida juntos; de momento nos vi tomando el té en una cocina nuestra, ya no compartida, en otro continente. Nos vi buscando nuestras lenguas, amarrándolas para no tener que decir algo, para no tener que explicar la culpa. Con un abrazo tenderíamos un puente que derrumbaríamos después de cruzarlo, para que nadie viniera tras nosotros; andaríamos alisios, revolviéndonos.
Pero este precipitado de ambiciones se desató unos minutos en mi mente, slo un espejismo. No sé porqué no lo hice, no sé por qué, si no soy sometible a ningún código. Era domingo, la plaza estaba llena, la cruzábamos para ir a desayunar, los tres; ella tu mujer, tú su esposo y yo, nadie.

Este cuento fué publicado el lunes 6 de febreo en el diario EL INFORMADOR, de Guadalajara, en la columna "De tanto contar" con una ilustración de Daniel Kent.

2 comentarios:

Letisha Carlop dijo...

Muy bueno mi querida Dora, me encanto el ritmo, no manches...que genial...cuídate...desde la montaña...

.:.Cris PM dijo...

Enhorabuena por esta publicación y este cuento corto que dice muchísimo en pocas palabras. =)